Torreznos de primera
'35 minutos en loop', obra de Los Torreznos.
21 de noviembre.- Dentro ya del contradiscurso en plan ridiculización de las formas de decir oficiales y convencionales, en la Biennale hubo dos planteamientos maestros: el de Los Torreznos y el de la polifacética Sophie Calle(Francia).
Los Torreznos son, como no podía ser de otra manera, dos creadores españoles intérpretes a su vez de las puestas en escena que dan lugar a sus videos. Dos cómicos soberbios con una cabeza de artista de vanguardia, cosa rara, como extranjera. Vestidos de cantaores y sentados en sillas, sin más aparato, se dedican a revelar la idiotez de todo lo que tocan. En '35´ en loop' demuestran que la atención es una facultad que dura exactamente ese tiempo y que va por libre, es decir, a la atención le da igual a lo que atiende, ya puesta.
En esa media hora larga, lo único que hacen Los Torreznos es echarse a contar números a partir del uno y a una velocidad endiablada, haciendo inflexiones de éxtasis cuando llegan a una cifra redonda. Ahora bien, de ahí ni te mueves. La gente se desternilla.
En 'Noche electoral' se limitan a repetir lemas y consignas propias de campaña política, sustituyendo los nombres de partidos y de políticos por el de Los Torreznos. Devastador en su misma tontería. Otro montaje lo invierten en recitar sin descanso tópicos y frases hechas, del tipo "Y tú que miras", "anda y déjame en paz". Y otro más consiste en pedir al público que les conceda su tiempo a cambio del cual ellos le darán el suyo: a partir de ese momento empiezan a dar la hora sin desmayo, arrancando de cero horas, minutos y segundos.
Todo lo contrario de humor costumbrista. Ayudados por subtítulos, los visitantes extranjeros se tronchaban de risa. En fin, un goce perverso de la chocarrería en la que nos movemos cada día. Y universal, según parece.
Lo de Sophie Calle tampoco era manco. Alrededor de una carta que un amante escribe a una mujer para decirle que no pueden seguir viéndose (ya que habían acordado que cuando ella fuera la cuarta en la lista de preferidas, él debería confesarlo), la artista arma un pabellón entero con lecturas legales, semióticas, filosóficas y políticas del texto, acompañándolas de grabaciones con lecturas dramatizadas hechas por 30 conocidas actrices (una de ellas es Victoria Abril).
Es todo más previsible que en el trabajo de Los Torreznos, pero el efecto, en lo humorístico y en lo crítico, no es menor.
En conclusión, la batalla contra los discursos imperantes, de lo privado a lo público, recuerda un poco a la de los viejos tiempos de exaltación y revolución, con la diferencia de que aquí no quieren imponerse otros, al menos con palabras. Un fotógrafo estadounidense, del que he perdido las notas de referencia, exponía en el Arsenale medio centenar de imágenes de profesores insignes (Bourdieu, Bloom) y de alumnos asistiendo a sus clases. La tristeza, la abulia, la pompa académica, la solemnidad vacua, la grisura vital recorrían esas escenas como una enfermedad del alma.
Total, que ya iba siendo hora de darle una alegría al cuerpo y de constatar que no estamos solos en la repugnancia de ciertas maneras del lenguaje. Porque de eso se trata: de desenmascarar la completa falta de vergüenza y de verdad a la que nos somete la comunicación oficial, de las aulas a la calle, pasando por la alcoba.